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NO ME MUEVE, MI DIOS PARA QUERERTE |
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NO ME MUEVE, MI DIOS PARA QUERERTE
Tarde de sol radiante, cabellos de oro bañando con sus rayos dorados a los árboles de coralillo y carretos, rosarios de campanulas y collares de la reina expresando el sentimiento profundo del poema que nos conmueve en la tarde de noviembre. “No me mueve, mi Dios, para quererte el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido para dejar por eso de ofenderte”.
Hileras de ladrillos soporte de muros de adobe pegados con cal, oyen el Vía Crusis que en la Calle de Los Pasos dejara grabado el Santo Hermano Pedro, las sencillas flores de aster color de la eterna primavera ven la llegada del redentor del mundo, de Jesús Sepultado de la Escuela de Cristo, el sonar de atabales nos transmite estos versos.
“Tú me mueves, Señor, muéveme el verte clavado en una cruz y escarnecido, muéveme ver tu cuerpo tan herido, muéveme tus afrentas y tu muerte”. Serafines, ángeles y olorosas coronas de ciprés llevan tu cuerpo sagrado, el pentagrama viviente recorriendo las calles empedradas de la Ciudad Colonial, dejan escapar un suspiro con sus hermosas notas “Dios es amor” el frío de la tarde tan peculiar de fin de año hace tan divino tu sagrado sueño, la mirada de los niños y sus tiernas plegarias susurran a tu oído “Jesusito te quiero mucho”.
Los penitentes van a tu lado con paso lento avanzan dejando atrás piedras y balcones centenarios, fieles testigos de tu divina gracia que fue preparada para nosotros, los que creemos en ti, de los que creemos en ese acto misericordioso de Dios por el cual ofrece salvación y vida eterna a todos los pecadores que ponen su fe en Cristo para ser salvos, el incienso se confunde con la neblina dejando un olor húmedo a corteza de pino y a flores silvestres, los pájaros vuelan en bandadas tejiendo versos de poemas dedicados con ternura a Jesús Sepultado.
“Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera, que aunque no hubiera cielo, yo te amara y aunque no hubiera infierno, te temiera”. Las cúpulas de las iglesias y el tañido de campanas anuncian tu celestial llegada, que en tu rostro se refleje el rostro de tus penitentes y que sus plegarias internas se reflejen en tu resurrección, Señor que no te entierren en noviembre que resucites en sus corazones en noviembre, paredes pintadas con cal, calles y avenidas trazadas con maestría esperan rebosantes de alegría tu llegada en este santo día, hay espera y emoción, las luces titilantes de las velas se apagan al recibir el frío beso de noviembre.
Los ángeles y los corazones de los hermanos cargadores balbucean el último verso de este hermoso poema que se mezcla con el susurro del viento “No me tienes que dar porque te quiera, pues aunque lo que espero no esperara, lo mismo que te quiero te quisiera”. Las sombras de la noche aparecen misteriosas en este homenaje a los fieles difuntos. “Escucha nuestra oración por aquellos muertos en Cristo y consepultados en ti, anhelen la feliz esperanza de la resurrección. Concede, Señor de vivos y muertos a cuantos en la tierra te conocieron por la fe, alabarte sin fin en el cielo por Jesucristo nuestro Señor Amén”. A la feligresía antigüeña, a nuestros visitantes, a los penitentes, a los padres de familia, a los niños, a los Socios y ex socios y a usted amigo lector va este sencillo homenaje de un amigo, socio y ex directivo de la Hermandad de la Consagrada imagen de Jesús Sepultado de la Escuela de Cristo. Con gratitud.
Tomás Ixcamey González
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